jueves, 21 de junio de 2012

Libérrimas versiones de rubayatas de Omar Khayyam


1.
La vida sigue. ¿Qué sabes de Balk y de Bagdad?
El menor roce es letal a la rosa demasiado tierna.


Bebe vino y mira la luna; trata, si puedes, de recordar
a las muertas civilizaciones que alumbró en su apogeo.


2.
Escucha lo que la Sabiduría te repite cada día: 
la existencia es breve.


En nada eres semejante a las plantas que retoñan 
después de podadas.

.

¡Camarada, oye este consejo! Hazte burro siempre que estés entre burros,


esos meapilas austeros, de proverbial ignorancia, pero que se consideran


detentadores de la ciencia, con el privilegio de todos los conocimientos.


Aprende pronto: todo aquel que no se adapte al nivel de sus burradas,


burro de verdad, será denunciado como ateo, irreverente, contrario a Alá.


Tal como hoy dia las religiones tratan a aquellos que no siguen sus tonterías.


-

Bebe, amigo, mientras aún haya tiempo, el brebaje embriagador. 




Marcharás, después, a dormir la mona profundamente bajo tierra.




Allí no tendrás confidente, amigo, no tendrás, ¡ni amante, ni nada!




¡Sé discreto! Y no divulgues este secreto: una vez marchitada, 




no reabrirá la flor sus hermosos pétalos, ¡nunca, nunca jamás!




Belleza, frescura y, esplendor ¡estarán perdidos para siempre!

.

Colmado de gozo camino sorbiendo la bebida embriagadora. Así soy yo.


Mi verdadera fe consiste en abandonar toda creencia e irme de la religión.


Pregunté, curioso, a la novia de todos los tiempos: —¿Cuál será tu dote?


Y la novia de los tiempos me contestó: —¡Mi dote es esta víscera triunfal,


en todo su alborozo, en todo su fausto, en todo su aureolado esplendor!


Pues ven, le dije, hagamos unos hijos guerrilleros que quiebren el Capital.

-

Cuando Muera, purificad mi cuerpo con vino. 
Y recordadme, asi, con la copa desbordante.
Y si deseárais hallarme en el último día de los siglos,
tras del cual nada más habrá, ni aurora ni atardecer,
esa jornada que llaman Eximio Día del Juicio Final, 
oled con sumo detenimiento el suelo de la taberna: 
camaradas y amigos, estaré sin duda con vosotros.

-

Desde tiempos remotos dicen y repiten que allá, en la promiscuidad del Paraíso,

hay de sobra para todo el mundo magníficas mujeres excitantes, y de añadidura

vino, mucho queso, mucha miel, y otras numerosas delicias al alcance de todos...

Si admitimos la base de todos esos rumores, ¿quién osará criticarme porque

yo he adorado una sola copa de vino, y una sola mujer, la bien amada, la mía?

¿Quién se encarará conmigo porque haya revelado las contradicciones sociales?


-

Cuando me borre la Muerte y se endurezca el puñado de mis días,
he de llamaros, amigos míos, para ser conducido a la sepultura.

En polvo convertido, modelaréis un ánfora que llenaréis de vino.
Acaso... quizás... tal vez entonces, me veréis resucitar alegremente.

 -

Toda anémona, que entretiene la tristeza del desierto, excita la imaginación
de los caminantes y causa su delicia, quizás haya sido antes sangre de rey.
Toda violeta que despide su fragancia en los jardines,
enardeciendo la sensibilidad de los cansados camelleros,
habrá sido, quizás, señal de belleza en rostro de mujer...


-

¡Siervo, mira la fiesta de la hierba, deslúmbrate con la apoteosis de las flores!

Despierta y pon atención: dentro de siete días, siete, hierba y flores serán polvo.

Bebe el vino color dorado, coge las rosas, y, con sus pétalos, perfuma los labios.

En un instante, será tierra la rosa y el césped se trocará en fango repugnante.


-

Cuando muera, lavadme el cuerpo con vino.

Y rememoradme, asi, con las copas en alto.

Y si desearais acaso vedme el día postrero,

ese tras el cual no habrá aurora ni atardecer,

jornada esa que llaman el Día del Juicio Final,

husmead con cuidado el suelo de la taberna:

camaradas, amigos... ¡ahí estaré con ustedes!

entonando canciones que sean revolucionarias.
  
-

Bebe, amigo, mientras puedas, el vino embriagador.


Irás luego a dormir la mona para siempre en tierra.


Allí no tendrás confidentes, ¡ni amantes, ni nada!


¡Sé discreto! Y no divulgues por ahí este secreto:


una vez muerta, ya no abrirá la flor sus pétalos,


¡nunca, nunca jamás! Brillo, frescura, esplendor...


¡estarán perdidos para siempre! Si, para siempre.

 -

El Viento Sur marchitó la rosa
a la que el ruiseñor cantaba sus elogios.
¿Debemos lamentarnos por su muerte
o por nuestra supervivencia?
Cuando la Muerte arrugue nuestra cara,
otras rosas lucirán sus pétalos.


 -

¡Ahogadme en vino, hermanos, camaradas y compañeros!

Mi pálido rostro ambarino, cadavérico, hacedlo color del rubí.

Y, a fin de que, al morir, mi cuerpo sea ungido, bautizado, 

¡sumergidlo enseguida en el líquido sin parangón de la vid!

Luego, impregnado así de vino mi ataúd, como mi bodega,

decoradlo, pintadlo, allí, en los umbrales de la taberna,

con muy festivas ramas de la vid más bella y más lozana,

para que sepáis que la vida continúa aun para vosotros.

 -

Arrebatado, encendido de amor, fascinado por el cuello de mi bien amada, 


he imaginado metáforas poéticas y me he sentido igual a ese cántaro de vino.


El asa que ahí está, ¿la ves?, presa al cuello, la veo como un brazo cariñoso 


que envolvía con sumo cuidado la amorosa cintura de aquella mujer amada.

-

Curioso, me interrogas, ávido de saber y mostrando un gran desparpajo,


cuál es la valoración que hago de esos dibujos diseminados por doquier, 


llenando ojos, corazones, sentimientos, cerebros de ingénua humanidad.


Si yo te quisiera decir, con detalles, lo que puede haber en eso de verdad, 


alongada, larguísima, exhaustiva, e interminable, esa explicación sería.


Lo diré en dos palabras: en espacio del mar inmenso son simples pompas,


donde brotaron un instante, y, de pronto, como llegaron se extinguieron.


Por lo que me aprovecharé del instante fugaz que vivo para hacerme libre.


 -


Es muy saludable que te alegres, alguna que otra vez, 


el corazón con el vino que corre de las copas llenas.


Olvida lo que fue, y lo que vendrá. ¡Pasado y Futuro!


Ha llegado también ya el tiempo de libertar tu alma, 


encarcelada, desde que llegaste, en las cadenas 


del miedo hacia las muertes y las resurrecciones.


Es aquí, en la tierra, donde está el Cielo y el Infierno

 -

Ignorais los secretos de lo Eterno: Yo, un servidor de ustedes, los desconozco.


Y es imposible, para vosotros, comprender ese terrible acertijo: también lo es para mí.


Sin embargo, asegura y demuestra, gente entendida, que, en ese reino simulado,


por detrás del enigmático subterfugio, que todo nos enmascara, corren rumores,


incesantes, sin duda comprometedores, sobre todos nosotros. ¡Mas no nos importa! 


Cuando sea aupado el cortinaje, ya no estaremos nosotros por aquí para contemplarlo.


Si acaso, tal vez, seremos, yerbas del prado, heno, para pasto de variadas bestias.


 -


El Tulipán saca su púrpura de la sangre 
de un emperador enterrado.


Y la Violeta nace del lunar que ornaba 
el rostro de un adolescente

 -
En una taberna pedí a un sabio anciano 
noticias fehacientes de los que se fueron:


-No volverán jamás. Es todo lo que sé. 
¡Bebe vino, amigo mío!, me respondió.


-

Curioso, me preguntas, anhelando saber y mostrando un gran desparpajo,
cuál puede ser el valor real de esos dibujos esparcidos por todas partes, 
que llenan los ojos, el corazones, y el cerebro de una humanidad ingenua.
Si yo te quisiera decir, con detalles, lo que puede haber en eso de verdad, 
larga, larguísima, muy exhaustiva, casi interminable, seria esta explicación.
Lo diré en dos palabras: son simples burbujas en la superficie del mar inmenso,
donde surgieron un instante, y, así, de pronto, como vinieron desaparecieron.
Lo mismo le ocurrirá al poder del Capital que el tiempo barrerá de la tierra.

-

¿Acaso germinan de los labios de unas muchachas
las raíces del narciso tembloroso que se yergue al borde del arroyo?

¡Holla suavemente el prado que hunden tus pasos!
Quizá es ceniza de bellos rostros donde triunfó el brillo de tulipanes.

 -

Mercachifles de ilusiones garantizan que a una gran distancia, allá,


en el más allá, está lo que nombran Paraíso, con soberbios varones


y profusión de odaliscas voluptuosas, donde se halla en abundancia 


el vino (nectar divino de Alá) leche pura y riquísima miel hecha de sol.


¡Siervo, siervo! En recuerdo y homenaje a tantas y tantas maravillas, 


¡dame, a borbotones, un diluvio de vino del color del rubí, inúndame!


Y, óyeme con atención: prefiere siempre una prenda segura, una sola, 


a cientos de tesoros hipotéticos y mil vagas esperanzas infundadas


pues de eso viven los charlatanes que dirigen las iglesias del mundo.

  
--

¡Oh, bien amada! Toma en tus manos la copa y el ánfora y ve a pasear por el jardín,


a recrearte a la orilla del río entre las yerbas y las flores y el melodioso fluir del agua.


Y ya te prevengo, yo, ahora mismo: debes apresurarte... Ve, camina, corre, ¡vuela!


A veces, por si no lo sabes, de bellos cuerpos de hembras amadas se hicieron copas. 


Y más vasijas de barro: urnas, jarrones, vasos... (como el que tienes a tu lado) también.

 --

Bebo vino como la raíz del sauce el agua cristalina del arroyo.
Solo Dios es Dios y él todo lo sabe -¿eso es lo que dicen?-.


De modo que cuando me creó a mi sabía que bebería vino.
Si yo me negara hoy a beberlo la ciencia de Alá fracasaría.

-

¡Oh, bien amada! Un secreto, y de los más grandes, quiero decirte.




Verdad de las más importantes, que quiero resumir en dos palabras:




con tu amor penetraré en el barro, y, con tu amor, del barro saldré.


-

¡Esclavo! Has desperdiciado ya miserablemente los mejores momentos de tu vida 
en el duermevela del lecho, en la modorra del sueño, casi hermano de la muerte.
¡Levántate! Alcánzame, siervo y... ¡rápido, rápido!... el claro vino embriagador,
antes de que ellos comiencen a fabricar recipientes con nuestros pobres huesos.
Quiero ver los relucientes chorros del vino precipitarse de la jarra a la copa.
¡Embriágame, tu, siervo, esclavo, amigo, camarada explotado y revolucionario!


Juntos lograremos que esta sociedad de clases se trasforme en otra igualitaria.

-

Este pobre mundo que da vueltas sin cesar, mira con rencor, con odio real,


en la más mala de las intenciones, sin un rato de reposo, mi alma, y tu alma.


Arrancar de cuajo nuestro cuerpo, aniquilarlo, extinguirlo, es su único deseo.


¡Amigo! Acuéstate en el verde y fresco prado, y sorbe, con alegría contenida,


con devoto apasionamiento, con placentera desesperación, ese vino dorado.


Y puedo asegurarte: en breve, otra hierba brotará de mi arcilla y de tu arcilla


para que no te creas sin mas originario de algún olimpo de dioses poderosos.


-

Se necesita que la aurora te encuentre siempre acariciando


la copa del divino vino clarete, rosado, de albillo o... peleón.


Dicen que el vino es ácido, que hace agrio al paladar... ¡Normal!


El vino cristalino no se ha prestado a convenciones e hipocresías.


El vino es así: la verdad dura, pura, que esplende a cada instante.


 -

Bebe vino: ¡Largo rato dormitarás
bajo tierra sin mujer y sin amigos!

Oyeme este secreto: los tulipanes 
envejecidos no rejuvenecen jamás

-

Ignorais los secretos de lo Eterno: Yo, un servidor de ustedes, los desconozco.

Y es imposible, para vosotros, comprender ese terrible acertijo: también lo es para mí.

Sin embargo, asegura y demuestra, gente entendida, que, en ese reino simulado,

por detrás del enigmático subterfugio, que todo nos enmascara, corren rumores,

incesantes, sin duda comprometedores, sobre todos nosotros. ¡Mas no nos importa!

Cuando sea aupado el cortinaje, ya no estaremos nosotros por aquí para contemplarlo.

Si acaso, tal vez, seremos, yerbas del prado, heno, para pasto de variadas bestias.


 -

Cuando muera, lavad mi cuerpo con vino color de rubí.


Sumergidme repetidas veces en esa bebida redentora.


Mas si queréis hablarme en la última asamblea humana, 


tras la cual nada más ocurrirá, para que me encontréis, 


sin peligro de equivocaros, sepultadme en la taberna 


bajo la mirada cariñosísima de las relucientes botellas


y no en iglesias, mezquitas, sinagogas, si me queréis.

-

Hace mucho desapareciste y rebrotaste en un rebaño de carneros.


Tu nombre, ramoneando por el campo, perdiose entre balidos.


Te han brotado, como de la nada, uñas para formar las pezuñas.


Y tus barbas han ida creciendo, aumentando, por el lado opuesto.


Los cabellos de antaño forman hogaño cola airosa de cuadrúpedo.


Para más inri observas que sigues meando, cagando y formicando.


¡Qué golpe tan brutal han dado a tu imagen y semejanza de Dios!


(*) Versiones sacrílegas de rubayatas de Omar Khayyam

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