Yunques de la carne
sombría
aguantando como los otros.
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El fuerte grito del sudor
está en la vena de la hombría.
Y de la umbría.
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Murmullos perfumados de los ríos
cortaron el feroz aliento del león.
Y las gacelas brincan de gozo.
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En la bruma de los pueblos lejanos
lanzaron flechas encendidas.
Terror nazional. Chovinistas en acción.
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Pájaros cantores en el fondo
de un cielo embadurnado
de balas trazadoras.
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Halcones desafiando a la soberbia
intentan perforar el grosor de las murallas.
Los narcisistas no se conocen.
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Convulsiva vocingleria vegetal
encuentra la belleza y ni la mira.
Vocazas hay en todas partes.
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En las arenas de su torrente seminal
cabalga un semental de crin cuerda.
Somos asaz contradictorios.
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Las espigas abrieron sus silos
solo con los reflejos
resplandecientes de las hoces.
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Arcoiris plantado de frutales
desapareció
con la nubes rojas de la aurora.
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La voz nebulosa del bosque
ahogó
el gemido del árbol.
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Un paisaje de cristales rotos
oscuro como cabeza de niño
asesinado en la guerra.
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El tictac del reloj
está hecho
de sonoras carcajadas.
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Él, sí, que se adentra en el Futuro.
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Cabalga sobre un jorobado
la sombra azul de las miradas.
Y no es cuestión de ternura.
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El cerebro de las noches rebeldes
cerró de golpe
su impulso en la mañana.
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Manos que flagelaron esclavos
alimentas a sus hijos
con tiernas canciones, ¡malo!
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A la sombra de las conveniencias
regresó a su morada sin tropiezos.
La valentía puede con todo
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Caracolas impotentes
cargadas de polvo
por los carros de combate.
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Una boca de clamores huecos
invocó al sagrado cocodrilo.
¡Cobardes, temblad!
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Que por mayo era, por mayo,
cuando volaba, como un dardo,
el ebrio grito de la Insumisión
en el Romance del Prisionero.
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