El ha de morir y ya se acaba el día
No se trata del kapo, ni la traba, ni el tonel... ni, tan siquiera, del bozal puesto en la boca como a un perro, no.
Ni de esclavos, atados, a lo largo de los eslabones del ancla, en racimo, como las uvas, y luego sumergidos hasta ahogarse en la mar, no...
Es que la savia, imaginada en el deslizamiento de su lengua, por los labios resecos, no sube hasta sus ramas quietas...
La única, la que es alegría pascual para los otros, la perciben, sobre todo, adivinándola, por medio de sus párpados voraces...
Para la esperanza del hambriento, el plato es palabra tan fuerte como alcohol de mijo; se desliza, garganta abajo, como víbora, silbando de contento.
Pero no, no es eso, tan solo barcas rotas y ratas deslizándose cubren mis despojos, adictos ya al arrojo desesperado de la hambre viva
He de morir y ya llegó mi día
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Vámonos al vado --"Amado, Amado, Amado!: tómame entre tus brazos y vayamos presto, sin perder más tiempo, al vado de Agbañiam." -decía anhelante.
--Tómame y vayamos al vado de Agbañiam: allí, estoy segura, serás un buen amante durante la noche; pero que muy bueno durante la noche -añadió medio exigente y zalamera.
--¡Ay, vado de Agbañiam!: mi inconstante corazón tiene las Alas del Amor que, a veces, muchas veces, se quiebran como una tierna calabaza -advierte disculpándose.
--¡Oh, mi vado de Agbañiam!: mi amante... ¡Qué bueno durante la noche!, ¡muy, muy bueno durante la noche!...
--Pero, ¡ay!, ya llega el alba, ya apunta el día; y mi inconstante corazón, rotas las Alas del Amor, como una débil calabaza, corre, con su fuego abrasador, hacia el Señor de la Sabana, diciéndole:
--"¡Amado, Amado, Amado!: tómame entre tus brazos y vayámonos rápidamente, sin perder un minuto, al vado de Agbañiam." -decía, deseosa, entre inflexible y suplicante.
Algunos de sus amantes lloran y otros, aun con lágrimas en los ojos, se ponen en camino armados de cuchillos hacia el Vado de Agbañiam...
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Montada en una mimbre, alazana sobre todo, la Serenidad se ve a ella misma mirando en derredor, en la llanura del destierro.
En un bosque, de tiesos e indiferentes cactus, recoge una cosecha de orgullo, donde, junto a la Espera, se recorta como uno mas de ellos.
Y, sin lugar a dudas -se le nota enseguida por la soberbia- no quiere que sea precisamente el bosque lo que aquí se destaque
El ensueño rebelde, encabritado en las lágrimas de su pensamiento iracundo, escora hacia el viento agreste de los filibusteros.
Y ya se adivina, por el lugar inhóspito en el que vive, que son las milicias unidas del exilio su visión.
Y es el latido mas señalado y mas profundo y mas indivisible de su singularidad la trágica división que lo desgarra:
La del pensamiento virtual y con mayúscula: de certero y muy seguro porvenir (la tumba): libre de rebabas: puro.
La creencia firme, de su sueño rebelde, inclinándose a pensar que, la Espera y la Serenidad, han encubierto al Deshonor.
Y... ¿para qué decir nada del mañana?... No vale la pena al quedar aherrojada en sus instantes.
De momento para siempre.
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Es lo que una tarde, ilusión de una bodega, nos contaron las ráfagas del viento en las tascas del exilio:
Unos se rinden y de esos... ni se habla; otros... se resisten; permaneciendo siempre presentes en la memoria nuestra
Se resisten a llenar con ecos, el sitio vacío del amor; algunas de las cosas de este mundo, dicen, son vanas y mas falsas que reata de mulas: escuela de lisonjas y de engaños.
Sus corazones libres no pueden responder con ecos al canto, amoroso y virginal, de los pájaros del alba: le parece un ultraje.
Tienen rotas las paces, deshechos sus amores y caminarán en soledad hasta encontrar un bosque ameno donde cobijarse...
Principio, no obstante, de migraciones, navegando muchas veces, viento en popa de naufragios, hacia las bodegas del exilio.
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Eranse una vez la Audacia y el Valor que salieron a recorrer el mundo. Aquí arribaron, ya entrada la noche. Estaban, además de hambrientos, escuchimizados. El hambre de las horas frustradas, les había excitado el águila huraña de la sangre, antaño, derramada. Vinieron, en venganza, a ponerse el mundo por montera.
Temblaba la noche en su morada oscura y tenebrosa. El viento, citado en sus ramas, zarandeó las hojas de los árboles Ellos, poco o nada poseían para temer perderlo en el empeño.
Tenían en el recuerdo, eso si, desde el seco tornado, burlón y violento... hasta el trallazo fulgurante del relámpago, en la espalda lacerada de la noche..; desde el perro voraz de carne negra, la cal viva, el pimentón molido... hasta los poseedores de vergajos, con violación impune, en tiempo muelle...
Por lo que iban a beberse el mundo... y con solera vengativa... Mas una pequeña y breve escaramuza cruzose en su carrera, trizando el manso fluir de su camino alegre... Fueron reducidos a solaz de espejos: juego de brillos y reflejos... Haciéndoles huir con más velocidad que el aire fugitivo...
Ahora gimen en sus cuévanos a gusto... Y se imaginan mordiscos feroces, lo que tan solo es un carnaval de escupitajos. No estaban preparados para el Arte...
Y es que, muchas veces, es difícil ser un Hombre.
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la cabeza desnuda y descalzos en el frescor del mundo acariciándonos en las encalladuras de paquebotes mas absurdos que el nacer allí en una isla propia aislados del resto del mundo como todos y unidos en los arrabales a los arrebatos de carne viva sin movernos luego para hallar el agua fresca que mana entre una maraña de vegetales para lavarnos la boca la cara y el sexo que ya tiene un olor a saltamontes aplastados en su savia pero que no nos importa porque nos da lo mismo tirar para un lado que para el otro
el sueño camaradas sobre la escollera de la vida sin palabras de horizonte en nuestros bolsillos huérfanos y desnudos bajo los dinteles de un hombre tan puro al que por la noche le envían grandes mujeres estériles fuerzas eruptivas cortadas en agraz pero fuego sin objetivo por puro deseo de arder trazando filigranas de placer en nuestras orbitas y la felicidad de las fuentes en nuestros sueños de sed por a noche y que decir desde el arrecife de las albas de esa multitud yendo de un lado a otro bajo las velas de la ociosidad
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nuestros caballos puros con ojos de hermanos mayores Manolo, Avelino y Candelas, ideal que lo real desmiente nuestro cuerpo de vino puro que el oxígeno del aire agrió
dejando los espacios ciegos bañados con pájaros mudos historias de familia que se afilan en el silbido de las hondas historias de herencias, historias sin una brizna de brisas
nuestros caballos puros con ojos de hermanos mayores se encabritan en el cuento de las historias borrascosas y salud al que se dedica a ver el lado sin filo de las cosas como por ejemplo la contemplación de una piedra verde o un zigzagueante camino con venenosas amarilladuras
nuestros caballos puros con ojos de hermanos mayores relinchan en las cuadras frente a los pesebres hoy vacíos llenos de cosas melladas o romas, sin agudezas ni aristas sin sustancia como aquel que lanza un relámpago famélico
Y eso está bien en las aguas nauseabundas de la vejez pero nada se va sin dejar huella y los arañazos se quedan tranquilos pero se quedan ahí solos en la frontera del aire
y nuestros caballos puros con ojos de hermanos mayores tienen la inocencia de las coces instintivas ante el jinete que sin dudar hinca las espuelas en sus ijares sin dudar
nuestros caballos puros con ojos de hermanos mayores cuando alzan el hocico de la hierba ven en la sabana como retozan ufanos los búfalos de las cóleras insumisas pastan en un gran país de praderas con fresca memoria
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Siempre
los muros,
las paredes
torvas,
de mirada inhóspita
que nos cierran el paso.
Caminamos
con paso inseguro
por la arena del desierto;
enrojecidos
los ojos
por el llanto
y rota
la garganta
por el grito
de protesta;
sin tiempo
para jugar con los objetos
que a otros adornan
o atiborran
su vida
reflejándose
en sus versos
profundamente
satisfechos.
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Entonaban las hazañas los griots, desde unos caballos polvorientos, confusos alazanes, desbocados en la ciega relación de una historia calcinada:
--No hay sombra tan suave, para quien anda con valentía luchando al sol, como la tumba de los padres cuyos hijos tuvieron el valor y el coraje de vivir honradamente... Pero más suave debe ser la sombra de la tumba de nuestros antepasados Los Ancestros...
--Mas, ¡ay!, si yo le contara al Árbol y al Árbol-Padre, lo que ha sido de sus hijos..., se quedarían tiritando y sin hojas; y si se lo contara a la Roca..., ¡bueno bueno!... se conmoverían hasta sus pilares. Todos, en suma, se morderían, como quien dice, los labios, para ahuyentar la mosca; pero... inútilmente, porque... y esto creo que también se dice por ahí... nadie escalda a nadie, lanzándole agua tibia.
--Podemos entonces concluir sin miedo a equivocarnos: No hay sombra tan suave, para quien anda valerosamente luchando al sol, como la tumba de los padres cuyos hijos han tenido el valor y el coraje de vivir con honra toda su vida... Y todavía más suave debe ser la de nuestros antepasados Los Ancestros, cuyo pueblo tuvo el valor y el coraje de vivir toda su historia sin bajar la cerviz...
Seguían tarareando las hazañas los griots, desde unos caballos polvorientos, confusos alazanes, desbocados en la ciega relación de una historia detenida. El tambor, que regalaba simientes airosas a los espantados pájaros que emigraban hacia otras regiones mas amables, se negó a seguir la melopea, desgarrando su vientre secular.
¡Oh suicidio definitivo de los recuerdos del Bosque de los Vivos y de los Muertos!: guardad en el ánfora sagrada el miedo creador que levantará del polvo los anhelos. Han huido, espantados también, todos los tesoros que guardaban celosamente los caimanes. Asesinados. Símbolos de los hombres valientes. Y ya en las almacabras brillan dientes carcomidos.
¡Oh, Sol - Ozono!,véngate fundiéndoles a los carniceros los bloques de hielo de sus enormes frigoríficos. ¡Oh, Sol - Ozono!, arruina lentamente secando con tus rayos la tersa piel de esos mismos carniceros.
El tam-tam, ahora que ya es mudo testigo, se ríe, internamente triste, por el avance inexorable del siroco... Seguían tarareando las hazañas los griots, desde unos caballos de polvo, confusos alazanes, desbocados en la ciega relación de una historia calcinada y detenida. Y espantaban las moscas de cuando en cuando con las manos.
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los cuentos sobre tí
Los cuentos, sobre tí, son tantos, como la suma de las hojas: que si tu casa estaba, con varas de bronce, construida..., que si su vacío propició el cariño hacia las mujeres perversas..., que si se alzó tu corazón en vuelo bajo los árboles del bosque..., que si aderezó la comida insípida el dios ardiente de tú pecho..., que si, ensoberbecido, te levantaste una mañana, a coger naranjas del jardín, en pleno invierno, cuando más arreciaban el cierzo, la nieve, el viento...
Y... ¡qué sé yo!...que si, al no encontrar ninguna, luego, blandiste enfurecido, como una divinidad majestuosa, -alguien llegó a compararte como Zeus-, mil iracundos relámpagos y a tierra derribaste, los mil naranjos de la vanidad... Y... ¡qué sé yo!... ¡qué sé yo, cuantas cosas más de ti se dicen!...
De tí, precisamente de tí, que aún recuerdas como entraba el viento helado por entre las madera mal enlazadas de tu choza... De tí, precisamente de tí, que aún recuerdas la triste soledad de aquella cama... De tí hablan, amigo, precisamente de tí, que, apocado y cobarde, no supiste elevarte cuando invadieron, los Ángeles Armados, color de la canela, el hogar de los Ancestros...
De tí hablan, precisamente de tí, que, cuando se alzó el canto agreste de la Libertad, te escondiste en lo más profundo del tronco de aquel árbol podrido... Tú eres el sujeto de estas habladurías. Tú que te arrimabas, arrebujado, al fuego de la lumbre, cuando más había que salir a combatir el cierzo, la helada, la nieve, el viento... ¡Qué de bobadas dicen!... Para qué seguir más: no vale la pena. Dejémonos de cuentos: tu y yo sabemos que fue cobardía, y no otra cosa, la que te empujó al convento.
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Mi nostalgia es algo tristemente incierto: es un espacio enemigo desértico y un concierto de recuerdos.
Aunque son graznidos de cuervos los que se oyen, allá: en el fondo del paisaje de mis sueños matinales.
Pero desde aquí, desde este exilio, mi mirada está en los arenales del sendero de unas tarde calurosas.
Y en las hondas raíces de los luminosos almendros plantados en las laderas de los oteros nevados del invierno.
Colocamos, en el altar de la memoria, a nuestra tierra; y luego, como un deseo de lucha luminoso, en vanguardia primaveral, a los almendros.
Y un deseo: azar de halcones sorprendidos, asesinando cuervos, en un almendral aún deshojado y frío.
Por tanto... se nos adivina, parapetados en la colina, defendiendo la blancura revolucionaria del almendro.
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griot
Tarareaba las hazañas el griot, desde un caballo de polvo, alazán de confusión, desbocado en la ciega relación detenida de una historia calcinada.
El tambor, que regalaba airosas simientes a los pájaros que emigraban espantados hacia otras regiones más amables, se negó a seguir la melopea, desgarrando su vientre secular.
¡Oh suicidio definitivo de los recuerdos del Bosque de los Vivos y de los Muertos!: guardad en el ánfora: el miedo creador que levantará del polvo los anhelos.
Han huido, espantados también, todos los tesoros que guardaban celosamente los caimanes.
Asesinados.
Símbolos de los hombres valientes.
En las almacabras brillan dientes carcomidos.
¡Oh, Sol - Ozono!: Véngate fundiéndoles a los carniceros los bloques de hielo de sus enormes frigoríficos
¡Oh, Sol - Ozono!: arruina lentamente secando con tus rayos la tersa piel de esos mismos carniceros.
El tam-tam, ahora ya mudo testigo, se ríe, internamente triste, por el avance inexorable del siroco...
Mientras contempla, desgarrado, como el griot sigue cabalgando, el caballo de niebla o alazán de polvo desbocado en la historia detenida.
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las flores vampiro sustituyen a las orquideas y no es que nos gusten pero hay que estar a las duras y a las maduras qué se le va a hacer
el ojo retrocede un siglo en las provincias del alma y en las naciones la mirada se va para no ver el fondo de los que por no saber prefieren seguir adorando la diosa de la calabaza
mi alma vela clamorosamente a las puertas de la muerte y no es que piense de una manera trágica sino que espero con la certeza de hallar al ser querido como quien halla tierra en la boca
a veces quisiera estar en el revés claro de la tierra drogándome de transcendencias vanas y no es que se llene mi alma de angustia por ceremonias religiosas en honor de una calabaza
las flores vampiro sustituyen a las orquideas y mi deseo sería, eso si, un azar de tigres sorprendidos en actitud de ataque alcanzando en el mar a nuestras humaredas hasta degarrarlas
el grito liso de las nubes se oye a distancia golpeando en la calabaza y su sonido produce una abalancha de tierras anulando los campamentos en las laderas y a las adoradores de la calabaza
las flores vampiro sustituyen a las orquideas sobre el corazón golpeado de las mañanas mientras las muchachas orinaban apartando la tela pntada de su vestido y no es que sea un mirón pero su delicadeza me agrada
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Son notas que van fluyendo, siempre eternas, de una flauta silenciosa y helada que saluda, irónica, a la mañana.
Corriente que, avasalladora, recorre las profundidades de los lentos termiteros, emergiendo, de pronto, ante el espejo.
Es un río soterrado y gélido, recogiendo, estremecido, el desgarro que produce en la mirada inocente de unos ojos claros.
Indiferente mirada en derredor a todo, fría: a un talle cimbreado que ceñimos o a un tibio y alto seno que, lúbricos, tocamos.
¡Ah!, por fin te has bajado, sorprendido, de ese alto muro al que te tenía atado tu tierna y cándida mirada y que creías eterno.
Igual que la mirada, tiernamente angustiosa, sorprendida de su inocencia, del antílope kobo poco antes de su muerte.
Río helado que, fluyendo, avanza por encima y por debajo en la corriente eterna del volcán humano, hasta apagarlo.
Y nosotros colocamos, en el pentagrama de la vida, las notas heladas de silencio, saludando un mañana que no existe.
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No, nunca, nunca pierdas la esperanza, amigo... Ata, apretando bien, tus zapatos... O..., si no hay más remedio, tus abarcas mismas...
Y ponte en camino ya... Visita... ¡qué sé yo!... hasta los corredores más ocultos... Ahuyenta ese sueño que tienes acumulado de semillas tocadas por el hielo y la roña...
--"¡Ah, Uerdia, tallo de fresno, // cabellos como de esmeralda: // eres un ramo de naranjo // en pleno invierno." -canté nada más verte.
¡Ah!, si... aun me acuerdo..., que habiendo percibido mi pequeño seno, olvidaste atar tu odre... y yo me sonreí. Fue como una invitación, casi un convite. Preparé el lecho antes de proseguir mi camino: esperé con ojos vigilantes y oídos atentos... Enjugué el sudor de la frente con el reverso de la manga...
¡Ah, cómo temblabas!... eras como una campana que vibra, cuando, yo, anhelante también -para qué negarlo- te decía: "¿Me dejas porque estás sediento? ¿me dejas porque estás hambriento?... // Pues toma, toma mi pecho // por tí se desborda."
Desde entonces no he vuelto a olvidarte. "¡Ay, Uerdia, tallo de fresno, // cabellos de esmeralda: // eres un ramo de naranjo // en pleno invierno." -volví a cantar recordándote.
Nunca pierdas la esperanza: ahuyenta, amigo, ese sueño, que tienes ahí acumulado, de semillas besadas por el hielo y por la roña; y lánzate al camino.
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En los exilios, continuamente, casi con obsesión, se ven valientes, por las arenas de la patria, caminando en tardes luminosas... de antaño, cuando un alba irradiaba, clara como el diamante, generosa y revolucionaria luz, hacia los cuatro puntos cardinales del planeta...
Y como aquello si que fue perfume generoso, se preguntan a menudo: ¿qué nos ha pasado? Quizás pesó demasiado el polvo del camino, andadura de tantos años de ausencia, sin recoger los frutos. O, tal vez, ese polvo, fantaseó con ellos, transformándose en una fina cortina de lluvia creadora.
Luego, el dolor ardiente de los ojos, les mostró el aire polvoriento cubierto de canallas. Y huyeron cobardes, ya sólo rosados, levantando el vuelo, cuando despunta un alba oscura y sucia como el carbón. Y como lo que hay hoy no es otra cosa que temor, siguen obsesionados preguntando: ¿qué nos ha pasado?
Pregunta que debieron hacerse antes, mucho antes, cuando dejaron abandonado, allá, en el fondo del espejo, al otro. A aquel que se quedaba, antaño, sólo ante el peligro, a resistir un alba, helada, por donde quiera que se le tocase.
Y esta cobardía, este hedor en vaharada, se ha venido oliendo varias veces en la vida: es el olor de la derrota. Pero cubren o tapan su muladar hediondo, soñándose en el camino de una tarde luminosa de su primera primavera.
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se ríe de los adornos
Va cantando y bailando, bailando y cantando; y su voz se percibe ya desde muy lejos.--"Sobre la llanura, // mis negras grullas, // pesquen en las aguas, // después de las lluvias." Su belleza, que se ríe de los adornos, parece iluminar los caminos y... ¡qué hambre de negra danza tiene!
Cuando llega al mercado -y este mundo, lo sabéis, es un mercado- no se deja comprar, riéndose además de las que, sentadas, esperan, sin moverse, al futuro comprador. Ella no puede estarse quieta y se pone a cantar y a bailar, a bailar y a cantar:
--"Sobre la llanura, // mis negras grullas, // pesquen en las aguas, // después de las lluvias." --¡Venga, venga!: ¡qué yo vea redondas kolas sobre mis hombros! ¡Y, ese, el barquero: que prepare y traiga su barca! ¡Ah, mi corazón está henchido y dichoso! Y..., ¡vosotros!..., ¡los que compráis amor a cambio de dinero!: ya os lo digo...: viviréis privados de paz toda la vida.
Su belleza, que se ríe de los adornos, deslumbra los caminos y además... ¡qué hambre de danza tan negra tiene!
--"Sobre las llanuras, // mis negras grullas, // pesquen en las aguas, // después de las lluvias." Prosigue ennegreciendo los caminos con su cante y con su baile. Y su voz se oye ya desde muy lejos...
Pero tanta firmeza da mal que pensar. Y no son muchos los que se le acercan confiados.
-
ah gente de poco peso en la comunidad de naciones,
gente humilde, con herencia de crudo y sin bala en la recámara
consumida
como las flores en un lugar de sepulturas
mirad, ¿ois?,
los tambores del exilio despiertan en las fronteras
para alimentar de sones el viento sucio de las arenas
¿escucháis acaso el fuerte grito del dolor?
no importa
el apareamiento de los animales en el bosque
bajo la mirada de los niños
tiene un síntoma claro de placer e indiferencia
y mi pensamiento no se halla lejos de ese traficante
quien, con un vestido caro entre vosotros, se pasea
tomando algunos pelos de la cabeza del sol
con el ánimo de transformarlo en mercancia para el turismo
que luego aparecerá con el derecho de propiedad
impreso en los folletos de su agencia de viajes
llevando más lejos de la vista de vuestros lugares
el robo
a esa gente humilde, con herencia de crudo y sin pistola,
gente de poco precio en el coro internacional
-
contemplo en mi memoria el rostro amado de la madre cultivadora de sueños, ancestral colmado de jardines sacados casi de la nada y que, luego, tras la esperanza rota, se hundió, como cargamento en la alta mar
pero fue antes, mucho antes, de la trágica desaparición, cuando nuestros ojos se abrieron contemplando la claridad de las olas del viento en las avenas y sobre todo oyendo las ráfagas de frío colándose por las rendijas en invierno
olas y ráfagas tornándose luego transparentes en las cuencas vacías de de una calavera amada acariciada por la espuma rebelde de todos las aguas del mundo como mano de llanto del recuerdo y elevada a la altura de la justicia del tiempo;
¿qué otra cosa podíamos hacer sino acompañar con nuestros pasos al roce de la arena para que no se convirtiera en hueca costumbre de la playa ese vaiven insistente y periódico de las olas cual ir y venir de cargamente hundido?
lo vamos transformando nosotros, día a día, con rabiosa venganza, en música del desaliento que solo desaparece cuando el viento se lleva a los cardenales despedazados o resurge de nuevo en cada prima escandalosa a los banqueros
¡y cuánta holgura para el odio en nuestros caminos erizados de sorpresas amargas desde pateras atestadas de ilusiones, a esperanzas alimentando peces!
pero dadme de ello lluvia, leche de infancia, sueños de amor... cosas suaves para el mundo cruel de la intemperie, porque no es posible vivir siempre con cuchillos
avivaré con sal las bocas muertas del deseo huido tras el desaliento y ayudándome de cánticos diversos, espigando en este y en aquel, en todos los que no se encerraron entre fronteras de su soledad sino saltaron las alambradas
recogeré el grito y el aullido, el desgarrado lamento, el llanto angustioso, la rosa de la ofrenda, el clavel rojo del recuerdo, para desgranarlos en el recinto de los pájaros alzando aun mas las canciones de las barricadas
ah, siento el infierno de las batallas que crecen con la embriaguez de la venganza popular y mi ímpetu se alimenta del recuerdo de una madre que es una y múltiple a la vez, sufriendo y cultivando sueños por todos los rincones del mundo
y que, luego, tras la esperanza rota, se hunde como cargamento de esclavos en la alta mar
mas las hojas vivas de esta mañana de primavera son imagen fiel de otra madre una y múltiple
feliz
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"tu flauta es como una caña
que se dobla
bajo el peso de un ave de paso"
Rabearivelo
Quisiera que, esa frágil ternura, fugaz como el tiempo de un batir de párpado, quedara alojada en la retina; ya que, son pocos, muy pocos, los que se inclinan ante la mirada, sorprendida e indefensa, de los Hijos de los Hombres:
En su obligado peregrinaje, encuentran una parte de la tierra, y, aun amándola, les es extraña y hasta hostil como hiena acorralada...
Ese gesto de humilde hospitalidad, que no es adulación hipócrita, deja perplejos a todos los presentes y restablece el origen esencial de las moradas, edificadas, no con ánimo agrio de disputa, sino con la firme convicción de albergar al cansado caminante.
-
han flagelado los contornos de la tierra a cohetazos envejeciéndola ajándola en el hálito y en el hábito y los afanes del silencio
y quieren tapar los alaridos que producen en las gentes de baja condición los banqueros ufanos silvando en sus llaves
y que es una burla a la estirpe real de las almendras de esperanza no se discute ahora cuando ese gesto es como un escupitajo
y esos banqueros que se pintan en la frente la cifra de dios para que los vientos no tengan espadas son burla para la mayoría
y esos banqueros se evaden como grupa de gacela desatenta cuando las condiciones maravillosas se hacen muerte de nada
y los príncipes ¡ah ellos! pagados en moneda de peces ni gritan ni lloran ni se aunan con la penuria de vivir pasando como una tempestad