miércoles, 26 de enero de 2011

José Bergamín: Recuerdo de republicanos (*)


En su obra 'El pensamiento perdido' (de reciente reedición por parte del diario 'El Público' en su colección 'Voces críticas') José Bergamín dice: 

'Perros anarquistas como perros cristianos, ¿no serán los mismos perros con collares distintos?'

Y escribe a continuación:

'Muchos años más tarde morían juntos en Jaca, fusilados, casi sin causa, por el agonizante fantasma del Estado monárquico, el de la sombría y mentirosa restauración borbónica (caída entre escombros: 'cerrada por derribo'), dos jóvenes oficiales españoles, leales a su palabra y a su hombría de bien; a su amistad y decisión; a su buena voluntad humana: a su conducta. Morían fraternalmente. Es el único bautismo de sangre de la naciente o renaciente República española entrelazada dos entusiasmos inocentes: el del joven anarquista Fermín Galán y el del joven católico García Hernández. El anarquista y el católico, juntos, daban su sangre por una misma causa -¿casi sin causa?-. Por una misma cosa. Porque 'una sola cosa importa', dice el Evangelio. ¿Qué cosa, qué causa pudo unir, o reunir, a estos dos jóvenes españoles hasta la muerte? ¿Juntar al anarquista y al católico, como dos perros para un mismo lobo? ¿O, acaso, como dos perros para una misma luna?

Y el muy católico, apostólico y romano, Bergamín, insigne escritor y republicano de pro, sigue razonando en su 'Pensamiento perdido': 

'La convivencia del Estado y de la Iglesia durante la restauración borbónica había corrompido mutuamente, en su ejercicio temporal, en su administración y desarrollo público, ambas instituciones. Si es cierto, como certeramente acusó José Ortega y Gasset desde su 'Delenda est monarchia', que la restauración había mantenido su existencia por el halago a todos los vicios nacionales, no lo es menos que la Iglesia católica de España, colaboradora anarquizante de aquel Estado, había propagado y ampliado ese halago visioso, esta corrupción nacional, llevándola hasta sus propios, extremados límites, linderos ya de la inquietud religiosa del hombre. Si el Estado se había prostituido, la Iglesia, la organización eclesiástica de la Iglesia española, se había profanado'.

(*) El título se lo hemos puesto nosotros


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