martes, 3 de febrero de 2009

Amigo Zamorano: Descubriendo a García Calvo con garabateclo (4)

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Estudiando en la Escuela de Magisterio se contaban esas cosas. Como una vernegía. Y de ello haciamos héroes. El ansia de libertad propiciaba la creación de adalides antifranquistas. Aun nos viene a la memoria el cuento ese de Gila, el humorista, que, según se contaba, había llevado a cabo la heroicidad de salir al escenario, en algún lugar de España inconcreto, y representando a un mecánico de bicis se pasaba un tiempo prolongado, hasta que el público comenzaba a protestar, y entonces se encaraba con los espectadores espetándoles: 'Les seré franco: ni la arreglo ni me voy'. O al revés: 'ni me voy, ni la arreglo'. O se citaba a Alvaro de la Iglesia, un escritor de relatos humorísticos, ya olvidado, que fue director de la revista de humor 'La Codorniz'. Se contaba que, el tal Alvaro de la Iglesia, fue a dar una conferencia a una ciudad extremeña. Entre los asistentes, estaba, y se contaba como si se hubiera asistido a la charla, algún jerarca de la dictadura franquista. Sabiéndolo el escritor, se puso en lugar de la botella de agua una de coñac y de cuando en cuando, a lo largo de su disertación, acudía a la botella a proporcionarse un lingotazo. Y así medio obnubilado le cantó las cuarenta a ese mandamás. El borracho transformado en luchador antifranquista. ¡Ah, qué valentía! La libertar a través de la cogorza.
Pues bien, en esa escuela conocimos a Amador Madrid Calzada. Se sentaba en la misma mesa. Y llegamos a tener cierta amistad. Nos contó que su hermano era del círculo de Agustín García Calvo. Ignoramos si amigo, discípulo, compañero, seguidor, admirador... lo que si constatamos es que el escritor escribía a su círculo cartas desde donde estuviera y que ellos las guardaban como si fueran las palabras pronuciadas por un oráculo. Vamos, como oro en paño. Un día, Amador, nos trajo un hato de ellas. No recordamos su contenido. Quizás porque no entendiéramos nada de lo que hablaba. O porque el paso del tiempo haya borrado lo que leimos. Solo una frase se nos quedó prendida en el ojal, porque en nuestra mentalidad de críos, educados en el nacional catolicismo, el ver escrita una palabra malsonante era como descubrir una mosca negra en la inmaculada leche. Veamos el escándalo: leíamos una carta de este procer de la literatura en la que, refiriéndose a no recordamos quien, decía: 'Y fulano de tal seguirá en que por cojones tiene que ser...'. Fue un choque. Eso no lo podía escribir una persona tan connotada. Tenía que ser imposible. Pero no, estaba allí escrita: 'cojones'. El ídolo se cayó a tierra. En fin...
José Mª Amigo Zamorano

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