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martes, 1 de mayo de 2012

'Con el agua al cuello' o hasta los mismísimos... ¿en Grecia?


Obra: Con el agua al cuello
Autor: Petros Márkaris
Tusquets Editores SA
Barcelona, diciembre de 2011

Con el agua al cuello, o con la soga, o pendientes de un hilo, o en el filo de la navaja, de los trabajadores griegos. O blandiendo sables o espadas o catanas, por venganza, decapitando cabezas. Como salida individual a la crisis. Y Kostas Jaritos, el policía griego, en medio de la crisis, desarrollando su investigación en busca del degollador. Sorteando calles cortadas, metido en embotellamientos producidos por manifestaciones de muy diversos colectivos; quienes, con el agua al cuello, o con la soga, o pendientes de un hilo, o en el filo de la navaja, están hasta los mismísimos cojones y tratan de responder a la agresión de los poderes político económicos. 


Pero sin cercenar molondras como el asesino que trae de cabeza a Jaritos, quien intenta descubrirlo para llevarlo al trullo. ¿Asesino, vengador o justiciero? que compagina el degüello con la agitación antibancaria, con la perturbación social por medio de pegatinas y anuncios en la prensa diaria. Táctica que le granjea simpatías entre el maltratado pueblo griego. Y las autoridades presionan a la policía para que obtenga pronto resultados tangibles. Los banqueros se ponen nerviosos. Azuzan a la cúpula policial -Jaritos está presente- para que descubra y aprisione al descabezador de directores de bancos y otros especímenes asesinados de similares profesiones. 


En este ambiente se desarrolla la novela de Petros Márkaris, 'Con el agua al cuello'. Novela que me recomendó el amigo Antonio Tejedor. Novela policiaca o negra o detectivesca en cuyo desarrollo vemos a un poli en su vida profesional y familiar; intercalando ambas caras para, supongo, hacérnoslo mas cercano. 


Quizás es muy exagerado, pero nos muestra, así, que los zarpazos del Capital llegan hasta sectores antes inimaginable. Al menos visto desde España. Lo veo casi subrrealistas. Y sino qué puede ser eso que contemplo, lo hemos visto todos, a los policías machacando a obreros, jubilados, estudiantes, enfermeras... sucediéndole a los apaleadores -según Petros Márkaris- similares dolores de cabeza que a los que protestan; efectivamente, por lo que se ve, en las casas de los cuerpos represivos, la situación no es muy voyante que digamos: tienen que dejar de estudiar sus hijos, por ejemplo, al no poder pagar las tasas de la universidad.


En fin, una literatura de entretenimiento, sin muchas complicaciones, prácticamente lineal, pero que nos acerca, un poco mas, al martirizado pueblo griego. Novela con algún guiño de simpatía a la rebelión, creo. Dándonos, eso si, a los españoles, una imagen de futuro que es casi presente; al que nos acercamos, como pueblo, a pasos agigantados.

viernes, 16 de diciembre de 2011

José Mª Amigo Zamorano: James Yates como ejemplo


Libro: De Misisipi a Madrid. Memorias de un afroamericano de la Brigada Lincoln
Autor: James Yates
Editorial: LaOficina/BAAM
Año: 2011

'Escritos sobre España' de Langston Hughes (del que ya hemos escrito) y este de 'De Misisipi a Madrid. Memorias de un afroamericano de la Brigada Lincoln' de James Yates son los 2 libros que esta editorial nos promete que va a publicar cada año de autores norteamericanos de raza negra que apoyaron a la República española en su lucha contra el fascismo.

Libro editado por primera vez en 1986, nos lo vuelca ahora al castellano Didac P. Larriaga con una introducción de Mireia Sentís del consejo editor de esta editorial y que, según leemos en Internet, es especialista en estos temas afroestadunidenses y a quien, dicho sea de paso, no conocíamos. Dividido en 14 partes termina con un paginado índice onomástico que indica la seriedad de esta colección de libros.

En la introducción nos dice Mireia Sentís que 'la implicación de los voluntarios afroamericanos en nuestra contienda es un fragmento histórico que permanecía -y aun permanece- oculto, tanto en Estados Unidos como en España'. 

Los miembros de las brigadas internacionales procedentes de USA fueron unos 3.000, de los cuales 1.000 era judíos yanquis y un centenar de norteamericanos de raza negra. De todos ellos, los supervivientes, para mas inri, cuando volvieron a casa, a su país, fueron fichados y perseguidos por el FBI, les convirtieron la vida en un infierno negándoles un puesto de trabajo (James Yates tuvo que autocolocarse abriendo un taller para arreglar electrodomésticos) y muchos de ellos tuvieron que responder ante el tribunal presidido por Joseph Raymond McCarthy, senador republicano, acusados de actividades antiamericanas. Fueron una época denominada 'Tiempo de canallas' o de 'caza de brujas'.

'Pero la cohesión de que hicieron gala -escribe la introductora- los mantuvo firmes en su línea política. Permaneccieron en contacto con los prisionerros republicanos; se implicaron a fondo en la lucha contra el nacismo, primero, y en los derechos civiles en al década de 1960; se opusieron a la guerra de Vietnam, a las intervenciones militares en Latinoamérica y al aparheid de Sudáfrica. El excombatiente judío Mosses Fishman, secretario vitalicio de la asociación de veteranos de la Brigada Lincoln, ayudó y asesoró eficazmente a muchos de sus compañeros'.

'No cabe duda -termina diciendo en su introducción Mireia- que la Guerra Civil resultó dura, pero al mismo tiempo enriquecedora y hasta liberadora para quienes participaron en ella'. Como ejemplo: James Yates, quien nos narra como en París no se atrevió a entrar en un bar por miedo a que lo echaran los blancos del local por ser negro. Así de interiorizada tenía la discriminación. Luego, armándose de valor con otro compañero negro que se dirigía como él a España a enrolarse en las Birigadas Internacionales, entraron en un establecimiento a tomarse un coñac sin que nadie les llamara la atención por ello. Y ya en España, en la España republicana, comprobaron que no había racismo alguno. Es mas, incluso varios miembros negros de las Brigadas Internacionales fueron ascendidos a puestos dirigentes.

Pero lo que nosotros quisiéramos resaltar de estas memorias es su plena actualidad de vida. Y es que, salvando las distancias de tiempo y de discriminación racial, vemos en Yates a un emigrante de siempre, como hemos visto a muchos de nuestros padres y hermanos españoles que emigraron hacia otras tierras, hacia otros países, buscando una vida mejor. Y allí les dejaban los peores trabajos, los peores barrios, las peores viviendas, los salarios mas bajos. Con todo y con ello reciben la paga y, ahorrando aquí y allá, van reuniendo un dinero para casarse, comprar una casa y vivir como uno mas de la comunidad. Y en esto llega la depresión, la crisis económica, el crac de 1929, cierran las empresas, cierran los bancos, los echan al paro. Y se quedan sin nada, sin casa y sin los cuatro cuartos que habían ahorrado. 

Eso le ocurre a James Yates. Casi como ahora, donde muchísimos españoles habían planificado, como Yates, su vida y se ven arrojados a la calle, sin casa, sin salario. Esto, decimos, le pasó a James Yates y otras cosas muchísmo mas graves. Pero al mismo tiempo va tomando conciencia política y se rebela contra ese orden de cosas. Tanto que se aventura a combatir al fascismo con las armas en la mano. En España. En las Brigadas internacionales. Lejos de su tierra. A la que volverá para encontrarse, de golpe, con la discriminacción, nada mas llegar al puerto de Nueva York. Y tuvo que seguir luchando.

De momento los trabajadores de España, y de otras partes del mundo, no ven la necesidad de tomar las armas. Pero si sigue profundizándose la crisis (ojalá no sea así) las masas -ya han empezado los movimientos de los 'indignados' en varios puntos de la tierra- se verán en la tesitura de aguantar como un Tío Tom o rebelarse como los James Yates. Y si no... al tiempo.

Lean este libro rotulado 'De Misisipi a Madrid'. Les puede aportar mucho. Sin duda. Sobre todo memoria. Memoria histórica. Muy necesaria siempre por aquello que nos repiten los historiadores: 'Pueblo que olvida su Historia está condenado a repetirla'.

jueves, 13 de enero de 2011

'La sombra de lo que fuimos' o los viejos revolucionarios nunca mueren



En 'La sombra de lo que fuimos' la narración se apoya en un hecho cierto: el atraco de un banco de Chile por los jóvenes anarquistas Durruti Jover. Ambos españoles; uno de ellos,Durruti, figura mítica del anarquismo ibérico y de la guerra de los años 36/39 del siglo pasado. Efectivamente, la trama comienza con el recuerdo de ese robo por parte de Nolasco, uno de los personajes de la novela. Este se ha citado en un lugar deSantiago de Chile con cuatro antiguos militantes de izquierda, derrotados por la dictadura de Pinochet, quienes, tras años de exilio y desarraigo, han regresado a su patria y ellos quieren, y él también lo desea, continuar la lucha, seguir batallando por un Chilemás justo, por un Chile libre de la explotación capitalista y libre de los influencias de los seguidores del dictador. Antes de salir de casa, Nolasco se mira en el espejo y dice:

-Soy sombra de lo que fuimos y mientras haya luz existiremos.

Frase que indica la voluntad política de seguir en la brecha a pesar de la indiferencia general y de los cambios acaecidos durante ese tiempo en Chile.

Pero en el camino al lugar de la cita muere de 'forma grotesca golpeado por el destino ciego' ya que un tocadiscos lanzado por la ventana en medio de una furiosa riña familiar le aplasta la cabeza.

Los militantes esperan. Mas como, obviamente, no llega... uno del grupo dice: '¿Qué, nos la jugamos?' Y se la juegan. Es decir: continúan con el plan trazado y lo coronan triunfalmente.
A esa victoria contribuyen una pareja de policías haciendo la vista gorda. El autor utiliza a estos miembros de cuerpos represivos, creemos, por dos motivos: uno, porque ahora se muestra, en las novelas negras, a la policía como protagonista y hasta salvadora; la otra, para mostrar el cambio sucedido en Chile, durante los años de dictadura y de democracia, tantos que hasta la policía no es la misma de aquella que se involucró en la matanza contra el pueblo.

Bueno, pues si Luis Sepúlveda lo dice...

Está escrita con el lenguaje directo, limpio, claro, crudo, de las novelas negras, también chispeante, desprejuiciado y divertido en numerosas ocasiones. A lo largo de la narración se nos muestran algunos de los errores políticos cometidos en la lucha anticapitalista, así como se desnuda, sin crueldad, el ímpetu, la inocencia y la inexperiencia de la juventud revolucionaria.

Pero, por encima de esas reflexiones es un canto a los luchadores antifascistas, entre los que figura el mismo autor de la novela. Ya antes de empezar la novelita podemos leer la siguiente dedicatoria:

'A mis compañeros y compañeras
que cayeron, se levantaron,
curaron las heridas, cuidaron la risa,
salvaron la alegría y siguieron andando.'

Nosotros saludamos este cuento de factura honesta y además divertido; así como saludamos una obra que no reniega de la lucha revolucionaria, ni echa barro sobre esos luchadores antifascistas, como hemos vistos hacer a más de un renegado, que es como si lanzaran mierda sobre ellos mismos. Y si, además, fue Premio de Primavera de Novela 2009, convocado por Espasa Ámbito Cultural, cuyo jurado estuvo compuesto por Ana María Matute, Angel Basanta, Antonio Soler, Ramon Pernas y Ana Rosa Semprún, mejor que mejor.



jueves, 10 de junio de 2010

José Mª Amigo Zamorano: El que no creía en milagros

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Hace tiempo que ya nadie cree en milagros. Y el que se introducía en el paritorio, claro, estaba dentro de esa incredulidad general. 

Mientras caminaba hacia la habitación se miró a un espejo que había a su derecha: su rostro era ya de por si pálido, pero hoy estaba más de lo normal. Pensó que sería por la emoción. Iba a ver a su primer hijo. A tocarlo.

Al abrir la puerta, su mujer, ojos azules, mejillas arreboladas, temblando de emoción, tímidamente, se lo entregó en sus brazos. Lo miró y remiró. Su carita sonreía con luminosa ternura. 

Esto si que era un milagro, pensó conmovido. Su hijo era un milagro. O... un simple atabismo. No en vano Africa es la cuna de la Humanidad. 

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viernes, 4 de diciembre de 2009

José Mª Amigo Zamorano: D. Eusebio García Luengo ante la muerte

Hay que estar preparados para muerte. A algunos les llega de repente y esos no tienen problemas con ella. A otros les llega su amenaza cuando menos lo esperan. Y tienen que adecentarse con rapidez. Muchos la esperan de un día para el siguiente. Así, durante muchos años. Suponemos que es el caso de D. Eusebio García Luengo. Por la edad. Y por la edad fue espectador de la desaparición de familiares, amigos y conocidos, lo que le daría motivos para pensar. Y las esquelas en los diarios. Y las noticias necrológicas en radios y televisiones. Todo ello con su consignación y datación de edades, obligatoriamente obliga, impulsa a la comparación con uno mismo.

-Yo tengo menos años.

-Yo he pasado de ellos un poco.

-En cambio, yo he superado con creces ese número.

Luego están las estadísticas que muestras, a las claras, con objetiva frialdad, el promedio, con lo cual se nos empuja a meternos en ese saco que contiene el número dominante de óbitos de donde la vieja dama de negro (o de blanco) enguadañada va extrayendo sus boletos con los que corrobora diariamente la macabra veracidad de la ciencia estadística.

Por nuestras conversaciones con el escritor de Puebla de Alcocer nos dimos cuenta que había meditado, y mucho, sobre la muerte. Y si en algún momento le inquietó, cuando comenzamos a tratarlo (ya con cerca de 80 años) había superado esa etapa manteniéndose en una equilibrada y sosegada actitud ante esa irremediable fatalidad que es la muerte.

Tanto había pensado en esa certidumbre que incluso llegó a decir:

-Ahora cualquiera tiene 80 años.

En su novela 'No sé' ya pone el caso del suicidio de un joven recién casado. Por cierto, una noche de verano en Las Navas del Marqués nos contó tal y como se lo contaron; fue en uno de sus viajes a su pueblo y era motivo de conversación en las casas: la noche de bodas, el novio se levanta de la cama y se encamina hacia lo alto del pueblo, donde hay un castillo impresionante, y, subido a él se despeña por un taluz. Luego, nos hemos enterado que ese mismo castillo atrae como un imán y se han suicidado posteriormente numerosas personas de Puebla de Alcocer.

Se preguntaba y nos preguntaba el por qué se suicidaría. Dijo que había preguntado por allí y nadie sabía nada.

-Supongo que la Guardia Civil averiguaría algo. Pero yo no volví al pueblo hasta años después.

-Mas tu tendrás alguna explicación.

-Pues si, la tengo: el gatillazo.

-¿Y eso?...

-Verás: en las bodas se bebe mucho; y al contrario de lo que se piensa, el alcohol no potencia el poder sexual; de modo que, cuando tuvo que cumplir como hombre, sufrió el gatillazo; es muy corriente; pero en esos pueblos (yo diría que en todos los lugares; pero en las poblaciones de poco número de habitantes más, porque se conocen entre todos) hay que demostrar la hombría y si no das el nivel, ¡malo!, porque serás señalado para toda la vida; puede ser que, además, la mujer le reprochara su impotencia y obnubilado aun por vaho de la bebida y anonadado por el hecho mismo de su falta de erección... en fin, eso no se puede saber exactamente; pero yo creo que por ahí es por donde se puede explicar ese hecho...

De este modo frío analizaba el escritor esta muerte. Hablaba de tú a tú a Tanatos.

-Hay quien se siente atraido por Tanatos. Los hay que llegada cierta edad desean morir. No de una manera trágica, sino natural. Los hay.

-¿Y tú?

-Bueno, pues hasta ahora no he sentido su atracción. Y tampoco es algo que me preocupe mucho. Estoy preparado. Le he dicho a mis hijos que cuando muera me entierren donde quieran. Como si me tiran a un estercolero.

-No parece esa manera de pensar de un creyente en dios.

-¿¡Yo!? ¡¿Creyente!? ¡Nooo! ¡Yo soy un ateooo! -exclamó poniéndo énfasis en cada palabra

-Lo digo porque cuando ha pasado un procesión religiosa, aquí, en Las Navas, se ha levantado y se ha quitado la gorra.

-Y lo haré siempre. Pero es una muestra de respeto a las creencias de otros. Me emociona su recogimiento. Su religiosidad. Pero... ¿yo?... ¿creer?... ¡Ni hablar!... Por otra parte, el que pasen por aquí esas imágenes que son de devoción de los que les acompañan y haya gentes, madrileños sobre todo, que siguen hablando y riéndose... No sé... Me parecen gente tan ordinaria...

-O serán por tu parte reminiscencias del franquismo...

-Puede ser... pero no lo creo. Siempre me llamado la atención y he sentido atracción por esas ceremonias: sus imágenes tan elegantemente vestidas, las mismas prendas de los sacerdotes, las ceremonias con sus rituales, sus movimientos arrodillándose o levantándose, el incienso, los cánticos... Es como la representación de un teatro. Y a mi siempre, ya lo sabes, me ha interesado el teatro...

Si al hilo de la conversación salía a relucir la muerte nos refería esa atmósfera erótica que se formaba entre ciertos individuos presentes en un funeral, bien en la iglesia, en el cementerio, o antes en la sala de espera de la casa del muerto. A él le había ocurrido. Y por otra parte, decía, era un hecho conocido y analizado.

De esas charlas con García Luengo se veía como jugaba con Tanatos. Lo observaba friamente en sus manifestaciones. Muchas veces la ironía fluía en sus palabras.

Estas pequeñas pinceladas nos acercan a su concepción y a su postura ante la muerte.

-Cuanto haya muerto que me entierren donde quieran. Ya les he dicho a mis hijos: me podéis tirar hasta en un muladar.

Lógico pensamiento de un ateo; y de un ateo que contempla las ceremonias religiosas como espectador de un teatro; un ateo que respeta esas manifestaciones religiosas; es sensible al colorido y vistosidad de sus ceremonias; un ateo que se levanta al paso de cualquier procesión católica; se quita la gorra; y hasta se inclina con humildad.

(Recordamos nosotros unos párrafos de la novela 'El Cura' de López Bago:'... aquel anciano de cabellos como de plata y de riquísimos ropajes, de manos blancas como las de una duquesa, en las cuales brillaba el anillo pastoral...' o '... al lavarse las manos, al tomar el amito, al recibir el alba, al ceñirse el cíngulo, al ponerse el manípulo en el brazo izquierdo, o la estola al cuello, al tomar la casulla...')

Mas de todo eso de D. Eusebio García Luengo, ¿qué se desprende? Se desprende una enorme carcajada. Si. Una carcajada silenciosa. Interior. No era dado el escritor de Puebla de Alcocer a ruidosas expresiones.

Repetimos: eso es lo que queda de su actuación teatral pública ante el espectáculo de la religión. Católica, por supuesto. No había otra. Pero eso, ¿por qué?: pues porque antes ha vaciado, de esa religión, toda su aureolada trascendencia. La ha quedado en puro artificio.

-Los hijos ya me han comunicado lo que van hacer con mi cadáver: lo van a incinerar.


lunes, 2 de noviembre de 2009

Eusebio García Luengo en 'Guiacultural.com'

NOTICIAS
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HA MUERTO EL ESCRITOR EUSEBIO GARCIA LUENGO

El sábado 21 de diciembre de 2003 murió el escritor extremeño Eusebio García Luengo a sus 94 años A sus 94 años. Republicano, comenzó su andadura literaria de mano de su amigo el escritor comunista palentino Cesar M. Arconada.
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UN REPUBLICANO Y REVOLUCIONARIO CONSECUENTE
Por: José María Amigo Zamorano (Fecha publicación:24/12/2003)


Eusebio García Luengo nació en Puebla de Alcocer (Badajoz) en 1909. Desde los trece años vivió en Madrid, en cuya universidad se matriculó en algunos cursos de Derecho y Filosofía y Letras. Su afición juvenil al teatro le llevó a unas breves pruebas como actor. En 1934 contrae matrimonio con la actriz Amparo Reyes de la que algún tiempo estuvo separada y con la que de vez en cuando, según dice el escritor Jesús Pardo en su obra 'Autoretrato sin retoques', iba a echar 'barrocos polvos' ('¡qué sabrá él de mi intimidad!' decía D. Eusebio al leer esto; 'pero claro así llena páginas con semejantes bobadas'). Paso la guerra en la zona republicana entre Madrid y Valencia; en esta ciudad, de donde era su mujer, fue cronista de guerra estando a las órdenes de García Pelayo que, luego, fuera el primer Presidente del Tribunal Constitucional de la historia más reciente de España y con el que tuvo una gran amistad. Fue amigo del escritor comunista palentino Cesar M. Arconada, colaboró en la revista 'Nueva Cultura' y con la Asociación de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Allí trabó amistad con los Gaos y Max Aub; conociendo a Machado y León Felipe entre otros.

Juan Fernández Figueroa, extremeño como él pero de 'extremaduras muy distantes y distintas', le da trabajo en la revista 'Índice' y le publica 'Las supervivientes', drama donde la pasión amorosa se analiza matizadamente.

En las páginas de la revista 'Índice' publicó comentarios sobre libros y obras teatrales. Como crítico participó de jurado en la concesión de los Premios de la Crítica que entonces se daban en Zaragoza. En una ocasión, votó en contra de la novela de Cela, 'La Catira' (novela que este escritor había escrito, como todo el mundo sabe, por encargo del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez); pues bien, Cela se enteró y le escribió al director de Índice una carta con el objetivo de que su dueño y director expulsara del trabajo ¡que barbaridad! a D. Eusebio; Figueroa, no solo no lo echó sino que, además, le contó la putada que le quería hacer el siniestro Cela. En otras diversas publicaciones (Proel, Corcel, La Estafeta Literaria, Almotamid, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos etc, etc, etc.) colabora con ensayos de diferente género, preferentemente dramático.

Entre sus obras teatrales cabe citar 'El celoso por infiel' (representada por el SEU), 'El pozo y la angustia', 'Entre esas cuatro paredes', 'Por primera vez en la vida', 'El retrato'. Es autor de las novelas 'El malogrado' donde recoge ambientes y tipos de una cierta bohemia literaria de los años 20-30; 'No sé' y la 'La primera actriz' (premio Café Gijón de novela corta de 1950).

Las agencias de España han difundido una biografía en la que, cuidadosamente, han omitido sus años de lucha por la República y por un mundo mejor, sin clases; y por supuesto no han citado sus obras de aquel tiempo y sus amistades con personalidades revolucionarias.

Se había vuelto muy observador de la vida cotidiana pues, no pudiendo leer los periódicos que fue su vicio, lo sustituyó observando a las gentes ('al personal como dicen en Madrid') y oyendo la radio que fue su descubrimiento, un poco tardío según él. Tenía un gran sentido del humor que no expresaba con carcajadas ni risas, sino con fina ironía; así, contaba: que solía pasear por los bulevares que hay por la calle Ibiza (Madrid) donde vivía y de vez en cuando se sentaba en los bancos de esos bulevares; había observado a una señora que durante unos días pasaba por donde estaba sentado y lo miraba; un día se acercó y le preguntó que si estaba solo, que si no tenía familia y otras cosas (muy compasiva y cariñosa la señora); D. Eusebio le contestó que no estaba solo, ni abandonado, que vivía con un hijo y que además en la misma calle, un poco más arriba, otro vástago moraba; pero que salía de casa porque padecía de claustrofobia; la mujer lo miró al oír la palabra claustrofobia; se separó de él asustada y... ' 'Juyó, juyó', decía D. Eusebio, imitando a los extremeños de su pueblo, como alma que lleva el diablo'.

Otra vez atravesando un paso de peatones D. Eusebio iba oyendo: 'Ay cariño; no te asustes; tranquilo cariño; mi vida; pasa, pasa' Al llegar a la otra acera D. Eusebio se vuelve, curioso. Ve a una señora que aprieta contra su pecho a un perro y sigue acera adelante diciendo: 'Ves, cariño, si no pasa nada; ¡Ay, mi chiquitín; tranquilo, mami te protegerá siempre'.



Información tomada de Argenpress
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Artículo aparecido en:


http://www.guiacultural.com/guia_regional/regional/espania/letras/archivdic07.htm


http://www.guiacultural.com/guia_regional/regional/espania/ha_muerto_el_escritor.htm

jueves, 8 de octubre de 2009

José Mª Amigo Zamorano: Acerca de la felicidad


Suponemos que estando con bronquitis, como estamos, no es el mejor momento de escribir sobre la felicidad: te silvan o cuecen los pulmones, toses continuamente y la garganta parece que arde.

Quizás el momento más apropiado, para preguntar por la felicidad, sería esa hora en que se anuncia el alba. Hora en que todo está sereno y los ojos se abren, extendiéndose hacia el horizonte, hacia un paisaje parecido a un paraiso. Por supuesto en primavera.

Surge aquí, ya, el acicate que nos impulsa hacia la esencia de la felicidad: ¿Es la felicidad ausencia de dolor?... ¿O un instante de belleza que la naturaleza nos trasmite?...

En ambos casos se presupone que es la felicidad de una persona. Sola. Ante si. O ante un paisaje.

De esa manera se aparta todo lo que está fuera del que piensa en la felicidad. Es el puro yo. El ego. El individuo. Ya lo dice el refrán: 'la caridad bien entendida empieza por uno mismo'.

No aparece el ser social. Para nada.

Y así, desde esa abstracción, se puede definir la felicidad como el pensante quiera.

Pero una vez salido de su ser, cuando el cuerpo se ha curado, los pulmones no silvan dolorosos, la tos se ha extinguido, la garganta no nos arde; una vez que eso ha pasado, como ha pasado el alba que llevaba a los ojos ese hermosísimo paisaje, donde la serenidad y pureza del aire nos transportó al edén, el individuo, la persona, el yo, el ego, se tiene que hundir en la vida de relación social.

Entonces comprendemos que esos instantes de dolor, o de admiración de la belleza, no nos sirven. Es otro mundo al que los sentidos se abren: Los ojos se ven lacerados por miles de injusticias; los oídos se lastiman con palabras aceradas y con llantos; el olfato soporta, a duras penas, olores nauseabundos; el gusto recibe el sabor de las uvas amargas; y, el tacto, el doloroso arañazo de las zarzas.

Una vez latigados nuestros sentidos, ¿cómo hallar la felicidad?

Difícil de contestar esa pregunta.

Pero habrá que contestarla: nos suponemos que esa felicidad se encuentra enfrentándose a los enemigos. En unión, claro está, con otros que piensen como nosotros, es decir que para gozar de la vida hay que combatir a los que la afean: los explotadores, y otras gentes de mal vivir.

Uno puede ser feliz en el dolor porque sabe quien es y a donde va su canto.

De la misma manera puede ser infeliz contemplando un hermoso paisaje, porque intuye un cadaver entre la floresta y no ha pensado nunca en buscar al asesino.
Y, según todo lo anterior, aun nos preguntamos:

-¿Qué es la felicidad?

Para terminar respondiendo así:

-Esa si que es una buena pregunta.