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viernes, 4 de diciembre de 2009

José Mª Amigo Zamorano: D. Eusebio García Luengo ante la muerte

Hay que estar preparados para muerte. A algunos les llega de repente y esos no tienen problemas con ella. A otros les llega su amenaza cuando menos lo esperan. Y tienen que adecentarse con rapidez. Muchos la esperan de un día para el siguiente. Así, durante muchos años. Suponemos que es el caso de D. Eusebio García Luengo. Por la edad. Y por la edad fue espectador de la desaparición de familiares, amigos y conocidos, lo que le daría motivos para pensar. Y las esquelas en los diarios. Y las noticias necrológicas en radios y televisiones. Todo ello con su consignación y datación de edades, obligatoriamente obliga, impulsa a la comparación con uno mismo.

-Yo tengo menos años.

-Yo he pasado de ellos un poco.

-En cambio, yo he superado con creces ese número.

Luego están las estadísticas que muestras, a las claras, con objetiva frialdad, el promedio, con lo cual se nos empuja a meternos en ese saco que contiene el número dominante de óbitos de donde la vieja dama de negro (o de blanco) enguadañada va extrayendo sus boletos con los que corrobora diariamente la macabra veracidad de la ciencia estadística.

Por nuestras conversaciones con el escritor de Puebla de Alcocer nos dimos cuenta que había meditado, y mucho, sobre la muerte. Y si en algún momento le inquietó, cuando comenzamos a tratarlo (ya con cerca de 80 años) había superado esa etapa manteniéndose en una equilibrada y sosegada actitud ante esa irremediable fatalidad que es la muerte.

Tanto había pensado en esa certidumbre que incluso llegó a decir:

-Ahora cualquiera tiene 80 años.

En su novela 'No sé' ya pone el caso del suicidio de un joven recién casado. Por cierto, una noche de verano en Las Navas del Marqués nos contó tal y como se lo contaron; fue en uno de sus viajes a su pueblo y era motivo de conversación en las casas: la noche de bodas, el novio se levanta de la cama y se encamina hacia lo alto del pueblo, donde hay un castillo impresionante, y, subido a él se despeña por un taluz. Luego, nos hemos enterado que ese mismo castillo atrae como un imán y se han suicidado posteriormente numerosas personas de Puebla de Alcocer.

Se preguntaba y nos preguntaba el por qué se suicidaría. Dijo que había preguntado por allí y nadie sabía nada.

-Supongo que la Guardia Civil averiguaría algo. Pero yo no volví al pueblo hasta años después.

-Mas tu tendrás alguna explicación.

-Pues si, la tengo: el gatillazo.

-¿Y eso?...

-Verás: en las bodas se bebe mucho; y al contrario de lo que se piensa, el alcohol no potencia el poder sexual; de modo que, cuando tuvo que cumplir como hombre, sufrió el gatillazo; es muy corriente; pero en esos pueblos (yo diría que en todos los lugares; pero en las poblaciones de poco número de habitantes más, porque se conocen entre todos) hay que demostrar la hombría y si no das el nivel, ¡malo!, porque serás señalado para toda la vida; puede ser que, además, la mujer le reprochara su impotencia y obnubilado aun por vaho de la bebida y anonadado por el hecho mismo de su falta de erección... en fin, eso no se puede saber exactamente; pero yo creo que por ahí es por donde se puede explicar ese hecho...

De este modo frío analizaba el escritor esta muerte. Hablaba de tú a tú a Tanatos.

-Hay quien se siente atraido por Tanatos. Los hay que llegada cierta edad desean morir. No de una manera trágica, sino natural. Los hay.

-¿Y tú?

-Bueno, pues hasta ahora no he sentido su atracción. Y tampoco es algo que me preocupe mucho. Estoy preparado. Le he dicho a mis hijos que cuando muera me entierren donde quieran. Como si me tiran a un estercolero.

-No parece esa manera de pensar de un creyente en dios.

-¿¡Yo!? ¡¿Creyente!? ¡Nooo! ¡Yo soy un ateooo! -exclamó poniéndo énfasis en cada palabra

-Lo digo porque cuando ha pasado un procesión religiosa, aquí, en Las Navas, se ha levantado y se ha quitado la gorra.

-Y lo haré siempre. Pero es una muestra de respeto a las creencias de otros. Me emociona su recogimiento. Su religiosidad. Pero... ¿yo?... ¿creer?... ¡Ni hablar!... Por otra parte, el que pasen por aquí esas imágenes que son de devoción de los que les acompañan y haya gentes, madrileños sobre todo, que siguen hablando y riéndose... No sé... Me parecen gente tan ordinaria...

-O serán por tu parte reminiscencias del franquismo...

-Puede ser... pero no lo creo. Siempre me llamado la atención y he sentido atracción por esas ceremonias: sus imágenes tan elegantemente vestidas, las mismas prendas de los sacerdotes, las ceremonias con sus rituales, sus movimientos arrodillándose o levantándose, el incienso, los cánticos... Es como la representación de un teatro. Y a mi siempre, ya lo sabes, me ha interesado el teatro...

Si al hilo de la conversación salía a relucir la muerte nos refería esa atmósfera erótica que se formaba entre ciertos individuos presentes en un funeral, bien en la iglesia, en el cementerio, o antes en la sala de espera de la casa del muerto. A él le había ocurrido. Y por otra parte, decía, era un hecho conocido y analizado.

De esas charlas con García Luengo se veía como jugaba con Tanatos. Lo observaba friamente en sus manifestaciones. Muchas veces la ironía fluía en sus palabras.

Estas pequeñas pinceladas nos acercan a su concepción y a su postura ante la muerte.

-Cuanto haya muerto que me entierren donde quieran. Ya les he dicho a mis hijos: me podéis tirar hasta en un muladar.

Lógico pensamiento de un ateo; y de un ateo que contempla las ceremonias religiosas como espectador de un teatro; un ateo que respeta esas manifestaciones religiosas; es sensible al colorido y vistosidad de sus ceremonias; un ateo que se levanta al paso de cualquier procesión católica; se quita la gorra; y hasta se inclina con humildad.

(Recordamos nosotros unos párrafos de la novela 'El Cura' de López Bago:'... aquel anciano de cabellos como de plata y de riquísimos ropajes, de manos blancas como las de una duquesa, en las cuales brillaba el anillo pastoral...' o '... al lavarse las manos, al tomar el amito, al recibir el alba, al ceñirse el cíngulo, al ponerse el manípulo en el brazo izquierdo, o la estola al cuello, al tomar la casulla...')

Mas de todo eso de D. Eusebio García Luengo, ¿qué se desprende? Se desprende una enorme carcajada. Si. Una carcajada silenciosa. Interior. No era dado el escritor de Puebla de Alcocer a ruidosas expresiones.

Repetimos: eso es lo que queda de su actuación teatral pública ante el espectáculo de la religión. Católica, por supuesto. No había otra. Pero eso, ¿por qué?: pues porque antes ha vaciado, de esa religión, toda su aureolada trascendencia. La ha quedado en puro artificio.

-Los hijos ya me han comunicado lo que van hacer con mi cadáver: lo van a incinerar.


lunes, 2 de noviembre de 2009

Eusebio García Luengo en 'Guiacultural.com'

NOTICIAS
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HA MUERTO EL ESCRITOR EUSEBIO GARCIA LUENGO

El sábado 21 de diciembre de 2003 murió el escritor extremeño Eusebio García Luengo a sus 94 años A sus 94 años. Republicano, comenzó su andadura literaria de mano de su amigo el escritor comunista palentino Cesar M. Arconada.
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UN REPUBLICANO Y REVOLUCIONARIO CONSECUENTE
Por: José María Amigo Zamorano (Fecha publicación:24/12/2003)


Eusebio García Luengo nació en Puebla de Alcocer (Badajoz) en 1909. Desde los trece años vivió en Madrid, en cuya universidad se matriculó en algunos cursos de Derecho y Filosofía y Letras. Su afición juvenil al teatro le llevó a unas breves pruebas como actor. En 1934 contrae matrimonio con la actriz Amparo Reyes de la que algún tiempo estuvo separada y con la que de vez en cuando, según dice el escritor Jesús Pardo en su obra 'Autoretrato sin retoques', iba a echar 'barrocos polvos' ('¡qué sabrá él de mi intimidad!' decía D. Eusebio al leer esto; 'pero claro así llena páginas con semejantes bobadas'). Paso la guerra en la zona republicana entre Madrid y Valencia; en esta ciudad, de donde era su mujer, fue cronista de guerra estando a las órdenes de García Pelayo que, luego, fuera el primer Presidente del Tribunal Constitucional de la historia más reciente de España y con el que tuvo una gran amistad. Fue amigo del escritor comunista palentino Cesar M. Arconada, colaboró en la revista 'Nueva Cultura' y con la Asociación de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Allí trabó amistad con los Gaos y Max Aub; conociendo a Machado y León Felipe entre otros.

Juan Fernández Figueroa, extremeño como él pero de 'extremaduras muy distantes y distintas', le da trabajo en la revista 'Índice' y le publica 'Las supervivientes', drama donde la pasión amorosa se analiza matizadamente.

En las páginas de la revista 'Índice' publicó comentarios sobre libros y obras teatrales. Como crítico participó de jurado en la concesión de los Premios de la Crítica que entonces se daban en Zaragoza. En una ocasión, votó en contra de la novela de Cela, 'La Catira' (novela que este escritor había escrito, como todo el mundo sabe, por encargo del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez); pues bien, Cela se enteró y le escribió al director de Índice una carta con el objetivo de que su dueño y director expulsara del trabajo ¡que barbaridad! a D. Eusebio; Figueroa, no solo no lo echó sino que, además, le contó la putada que le quería hacer el siniestro Cela. En otras diversas publicaciones (Proel, Corcel, La Estafeta Literaria, Almotamid, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos etc, etc, etc.) colabora con ensayos de diferente género, preferentemente dramático.

Entre sus obras teatrales cabe citar 'El celoso por infiel' (representada por el SEU), 'El pozo y la angustia', 'Entre esas cuatro paredes', 'Por primera vez en la vida', 'El retrato'. Es autor de las novelas 'El malogrado' donde recoge ambientes y tipos de una cierta bohemia literaria de los años 20-30; 'No sé' y la 'La primera actriz' (premio Café Gijón de novela corta de 1950).

Las agencias de España han difundido una biografía en la que, cuidadosamente, han omitido sus años de lucha por la República y por un mundo mejor, sin clases; y por supuesto no han citado sus obras de aquel tiempo y sus amistades con personalidades revolucionarias.

Se había vuelto muy observador de la vida cotidiana pues, no pudiendo leer los periódicos que fue su vicio, lo sustituyó observando a las gentes ('al personal como dicen en Madrid') y oyendo la radio que fue su descubrimiento, un poco tardío según él. Tenía un gran sentido del humor que no expresaba con carcajadas ni risas, sino con fina ironía; así, contaba: que solía pasear por los bulevares que hay por la calle Ibiza (Madrid) donde vivía y de vez en cuando se sentaba en los bancos de esos bulevares; había observado a una señora que durante unos días pasaba por donde estaba sentado y lo miraba; un día se acercó y le preguntó que si estaba solo, que si no tenía familia y otras cosas (muy compasiva y cariñosa la señora); D. Eusebio le contestó que no estaba solo, ni abandonado, que vivía con un hijo y que además en la misma calle, un poco más arriba, otro vástago moraba; pero que salía de casa porque padecía de claustrofobia; la mujer lo miró al oír la palabra claustrofobia; se separó de él asustada y... ' 'Juyó, juyó', decía D. Eusebio, imitando a los extremeños de su pueblo, como alma que lleva el diablo'.

Otra vez atravesando un paso de peatones D. Eusebio iba oyendo: 'Ay cariño; no te asustes; tranquilo cariño; mi vida; pasa, pasa' Al llegar a la otra acera D. Eusebio se vuelve, curioso. Ve a una señora que aprieta contra su pecho a un perro y sigue acera adelante diciendo: 'Ves, cariño, si no pasa nada; ¡Ay, mi chiquitín; tranquilo, mami te protegerá siempre'.



Información tomada de Argenpress
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Artículo aparecido en:


http://www.guiacultural.com/guia_regional/regional/espania/letras/archivdic07.htm


http://www.guiacultural.com/guia_regional/regional/espania/ha_muerto_el_escritor.htm

jueves, 29 de octubre de 2009

Celso Emilio Ferreiro: El Alcalde

Celso Emilio Ferreiro: El Alcalde

Si en el mundo existiera la justicia,
este hombre no debiera haber muerto
sin antes explicar a sus ecinos
por qué razón fue alcacldel pueblo
en un tiempo en que Pilatos
se lavaba las manos,
todos los días,
con sangre.

Poesía Libre. Revista de Poesía. Ministerio de Cultura, Managua (Nicaragua) Años IV. Número 10, enero de 1984.

Responsable: Julio Valle-Castillo

Consejo Editorial:

Carlos Calero (Monimbó); Juan Ramón Falcón (Condega); Marvin Ríos (Niquinohomo); Cony Pacheco (Subtiava); Gonzalo Martínez (Bluefields); Gerardo Gadea (Ejército Popular Sandinista)